FONDO EDITORIAL REVISTA OIGA

FONDO EDITORIAL REVISTA OIGA
AMADOR GARCIA: PAGO CON SU VIDA DESCUBRIR LA VERDAD

La verdad nunca se apaga

La columna vertebral de todo medio de comunicación la constituyen sus editoriales, es decir los principios y opiniones que sustentan y defienden sus editores. En el caso de “Oiga”, la sección editorial tuvo siempre una expresión clara y rotunda, no solo enjuiciando sino dando alternativas. La búsqueda de los ¿por qué? Siempre preocuparon a Igartua y sus colaboradores, sin dejar de lado –por supuesto- el ¿qué?, ¿quién?, ¿cómo?, ¿dónde? y ¿cuándo? que configuran al buen periodismo. Las palabras, como las promesas, suelen ser efímeras en boca de algunas personas; los editoriales de Oiga, en cambio, permanecen aún incólumes, vigentes, con la plenitud de su carga testimonial para incomodidad de muchos protagonistas de la escena política, porque si bien Igartua ya ha muerto su palabra aún vive.

sábado, 15 de agosto de 2009

FRANCISCO IGARTUA - EDITORIAL - CÓMO VOTAR Y POR QUÉ VOTAR

LA suerte electoral está echada. Los dados ruedan sobre la mesa y el resultado, salvo milagros o cataclismos que no son de nuestra época, lo conocen todos: nada tienen que hacer en la segunda vuelta los sectores centristas. No es hora de armar inútiles y apresurados revoltijos electorales. No hay cómo corregir el enorme disparate cometido al resistirse los líderes de los partidos democráticos a reconocer en el momento oportuno lo que era evidente:
El centro, los sectores políticos racionales, podían aspirar a competir en la segunda vuelta sólo si se unían y sólo si esa unión apoyaba a una figura de enorme relieve personal, con la característica especialísima de no cargar con ningún pasivo del gobierno que concluye. Hasta el cansancio se dijo aquí, en OIGA, que no bastaba una simple alianza AP-PPC. Había que generar una mística más amplia, renovados impulsos de libertad, democracia, eficiencia e inquietud social. Pero por vanidad, por ceguera o por lo que fuere -se dice que los dioses ciegan a quienes quieren perder- no se quiso ver lo evidente. Ahora nos corresponde emitir un voto de conciencia, o sea de respaldo a la propia bandería.
La democracia es en esencia pluralismo, oportunidad para todas las tendencias, es juego de partidos. Y fortalecer la vida de éstos es un deber de los de demócratas. De tal modo que, al fracasar la oportunidad de una alianza y al hacerse inútil reconstruirla por vía de los hechos no hay camino mejor que el apoyar con el voto al propio partido. Se estimula así la auténtica vida democrática, lo que dará robustez a las enmiendas que habrá que ir montando para mañana y nos librará del arrebañamiento en derechas e izquierdas, dando oportunidad a fecundos y diversos reagrupamientos futuros.
Hablar del voto ahora es, pues, llorar sobre leche derramada. Más vale ocuparnos del punto cardinal del debate político de hoy y de mañana: de la libertad de expresión y de la de prensa; de si la libertad para pensar, crear, imaginar y criticar, mirándonos dentro y mirando nuestro exterior, nuestra comunidad y sus necesidades, sus aspiraciones, sus inquietudes, sus distintas hambres y toda su sed. Sigamos con el disco que a tanto disgusta a algunos.
Varias denuncias de censura y algunos pronunciamientos jeroglíficos sobre el tema de algunos candidatos -principalmente del candidato aprista- han hecho voltear con horror la mirada del periodista nacional hacia la noche del régimen militar, en el que nuestros medios de comunicación estuvieron sometidos al capricho de la dictadura y a la ignominia de la autocensura por temor.
Si hay algo que este gobierno ha querido respetar -hasta las orillas de la obsesión- es la libertad de expresión, el derecho de los ciudadanos a divulgar su sentir político e ideológico (en muchos casos su dogmatismo, su bilis y hasta sus patológicas tendencias cainitas). Su desentendimiento de los problemas de la prensa llegó al extremo de no preocuparse en saber si varias de sus propias disposiciones en materia de impuestos y gravámenes aduaneros eran auténticos atentados contra la libertad de expresión.
En estos años, ha quedado ratificado que la libertad de prensa -con todas sus imperfecciones- está vinculada al derecho -individual o colectivo- de montar una empresa de comunicación, y a través de ella, opinar e informar de acuerdo a su criterio, sin más limitación que su conciencia, en el orden moral, y los códigos comunes, en el campo legal. Sólo así puede la prensa respirar en libertad.
Todo lo que se le quiera añadir a la libertad de prensa para perfeccionarla -y conste que admitimos que está llena de imperfecciones- debe hacérsenos sospechoso. De esos cantos de sirena han partido los más grandes atentados contra la libertad de prensa. Cuando se comienza hablar de que las mayorías no tienen voz ni voto en las empresas periodísticas, se termina por reclamar la intervención del Estado, intervención que cuando no es amordazadora es lamentable en calidad profesional, salvo excepciones que confirman la regla. Se olvida que en la mayoría de los países democráticos -entre ellos el Perú todas las tendencias, hasta las más extremistas, encuentran acogida en las muchas y variadas empresas que en ellas prosperan libremente. La perfecta libertad de prensa, basada en la entrega de papel, tinta e impresora a cada ciudadano, es una ilusión, un absurdo, una utopía que, desgraciadamente, sirve para que los defensores de la prensa sumisa, monocorde y onanista del mundo totalitario tengan argumentos contra nuestra imperfecta libertad.
En la imperfectísima libertad de prensa que rige en el Perú y que es necesario no tratar de perfeccionar porque la destruiríamos, los distintos sectores ideológicos del país están en capacidad de hallar cómo expresarse libremente sin control ni vigilancia del Estado, supervisión y patrocinio que siempre -siempre- han sido funestos para la libertad, aun en las civilizadas naciones europeas donde la TV es estatal, dadas las singulares características de este medio. Aunque tanto en Inglaterra, como en Italia, Francia y España, hay descontento por la presencia del Estado en la TV, abriéndose ya paso a la TV privada y propiciándose en algunos sectores la idea de llegar a un sistema -similar al norteamericano- por medio del cual los canales -que el Estado otorga en concesión serían como grandes imprentas que editarían programas propios de la empresa concesionaria -que es lo que ocurre en el Perú- y que también podrían pasar programas editados por terceros, en responsabilidad total del editor. Sería cuestión de acuerdos empresariales como el de un periódico o una revista que contrata la impresión en una imprenta, sin que ésta asuma ninguna responsabilidad por lo que esas publicaciones opinen e informen y sin que pueda tampoco intervenir en la línea editorial ni periodística de los papeles que imprime. La falta de una idea clara al respecto es lo que hace que haya quienes hablen de atentados contra la libertad de expresión en casos donde lo que ha habido es un desentendimiento entre un funcionario a sueldo y su empresa. Otra cosa sería -muy distinta- si un programa editado por terceros contrata espacio en una televisora y es censurado. Allí sí el atentado contra la libre expresión queda patente.
Nos acercamos a una de las pocas transiciones democráticas de nuestra historia, lo cual debería significar, por lo menos en el campo de las libertades públicas, una continuidad invariable. Sin, embargo, algunos partidos políticos, temerosos de verse descubiertos por la prensa fiscalizadora, pierden los papeles y ejercen presiones indebidas sobre ciertos medíos de comunicación, o se pronuncian con frases ambiguas, detrás de las cuales se esconde una cierta voluntad de control. Se hace hincapié en la necesidad de "democratizar" a la prensa, de volverla "realmente pluralista" ¡sin entender que nadie puede obligar a un medio de comunicación a sostener puntos de vista contrarios a su línea y que hacerlo, bajo eufemismos de "libertad de prensa verdaderamente democrática", no es sino una forma de ejercer control! Debemos, pues, exigir de todos los partidos políticos un compromiso de fe con el derecho a la crítica y la información, y una promesa escrita -como ha pedido Enrique Chirinos Soto- de apego a ciertas normas constitucionales indispensables para nuestra libertad.
Mucho han dicho los políticos sobre el tema, y los periódicos han orientado su participación en el debate de la manera que mejor les ha parecido. Hemos querido en OIGA reunir la palabra de periodistas de distinto tinte político sobre este tema crucial, para ver cómo opinan ellos sobre la libertad de expresión y qué esperan, en este campo, del próximo gobierno.
En algunos .casos se trata de la opinión de políticos que antes fueron periodistas y, en otros, de periodistas que continúan en la profesión. La encuesta fue hecha por Alvaro Vargas Llosa. A continuación los testimonios:

Enrique Chirinos S.
EN el Perú, gozamos hoy de una irrestricta libertad de expresión. La libertad degenera en libertinaje y no reconoce límite alguno, ni siquiera el del honor y la dignidad de las personas, en el caso del periodismo rojo y amarillo. Es lamentable. Pero tengo dicho ya que, como ciudadano, como periodista y como parlamentario, prefiero el exceso de libertad que su eclipse. Más nos vale a todos tener, si se quiere, demasiada libertad para expresamos, que no tener ninguna.
Ese bien inestimable de la libertad de expresión nos fue restablecido el 28 de julio de 1980 al disponer el gobierno constitucional la devolución de los medios de comunicación social a sus legítimos dueños. La dictadura comenzó por tratar de amedrentar al periodismo mediante una norma represiva a la que irónicamente se llamó "estatuto de libertad de prensa". Mas tarde, se adueñó de los diarios "Expreso" y "Extra" y los entregó a los comunistas, según dijo el dictador, para que éstos le sirvieran de mastines en la lucha contra la oligarquía.

Además, la dictadura tomó para sí el control mayoritario de las acciones en los canales privados de televisión y en cuanta radioemisora le vino en gana. Por último, en acto de verdadero delirio, confiscó todos los diarios de Lima que todavía eran independientes. El aprismo oficial mantuvo entonces silencio como una especie de declaración de neutralidad. De esa tarea depredatoria, que canceló la libertad de expresión, fueron cómplices y beneficiarios los comunistas, muchos de los caballeros de la extrema izquierda hoy convertidos en apóstoles de la libertad y en apasionados defensores de los derechos humanos -uno de los más elementales es, por cierto, el de expresar libremente el pensamiento de viva voz y por escrito-.
Al debatirse formalmente en el Congreso la ley de restitución de los medios de comunicación social a sus legítimos propietarios, el aprismo y la extrema izquierda se opusieron con todas sus fuerzas, que eran afortunadamente escasas para la ocasión. El aprismo preconizaba a la sazón la tesis de la entrega de los diarios a sus trabajadores, como si los buques de la Armada tuvieran que entregarse a los marineros, y los cuarteles a los soldados. Todavía resuenan en mis oídos los elocuentes discursos de mi ilustre y equivocado amigo, el diputado Javier Valle Riestra. Tenía yo entonces que retirarme del hemiciclo para no tener que votar en contra de mi conciencia. Ese fue, sin duda, uno de los móviles que, con acción apenas retardada, me determinaron a alejarme del partido fundado por Víctor Raúl Haya de la Torre.
El candidato presidencial de la extrema izquierda ha dicho, con su mejor aire presbiteriano, que respetará la libertad de expresión. Pero no basta la palabra de honor de nadie para asegurar el destino de la democracia en nuestro país. Porque la ideología de la que se nutre el doctor Barrantes y los partidos que lo apoyan, aborrecen la libertad de expresión. La han abolido allí donde han triunfado, aunque digan naturalmente -como decía la dictadura entre nosotros- que su libertad de expresión" entre comillas es la única auténtica, y que la nuestra, la que todos ejercernos y defendemos, es una despreciable libertad burguesa.
El candidato presidencial del APRA, diputado Alan García Pérez, ha dicho igualmente, y ha reiterado en más de una ocasión, que respetará la más irrestricta libertad de expresión. Así mismo ha dicho que "La Crónica", el diario del gobierno, será entregado a sus trabajadores. Me permito preguntar: ¿a sus trabajadores apristas? ¿Ese es porfiadamente el modelo de propiedad para los medios de comunicación social que el aprismo insiste en proponer, y que impondrá, en caso de llegar al poder" ¿También "El Comercio" será entregado a sus trabajadores, sin perjuicio de afirmar enseguida o paralelamente que ésa es en adelante la auténtica libertad de expresión, y que la libertad de empresa no es libertad de prensa?
Si el candidato marxista y el candidato aprista de buena fe prometen respetar la libertad de expresión, entonces no deberían tener inconveniente en asumir el compromiso que me permito sugerir: obligarse en documento solemne, ante Notario Público, a no proponer -ni por sí ni por medio de los parlamentarios que le sean adictos- enmienda alguna en el articulado constitucional relativo a la libertad de expresión, y a no proponer expropiación, disfrazada o no, de medios de comunicación social ni fórmulas para la presunta entrega, de éstos a sus trabajadores.

Carlos Urrutia
TODOS los candidatos han ofrecido respetar la libertad de prensa y algunos, con solemnidad, han asegurada que "la ampliaremos aún más". En la hora del repique de campanas, las de bronce y las de barro, hacen talán.
No es serio negar ahora la existencia de la libertad de prensa en el Perú, pero tampoco lo es negar que las grandes mayorías del país no tienen acceso a los medios masivos de comunicación. El derecho de los pocos que tienen la enorme capacidad de inversión como para producir un diario o una estación de televisión, está más defendido que el derecho de muchos que sólo tienen su opinión y el deseo de compartirla masivamente.
La conquista de la libertad de prensa es un proceso que compromete al conjunto de nuestra sociedad. No puede alcanzarse por una ley, por más que en su espíritu contenga lo mejor del principio, ni basta un buen diario para garantizarla. Por esto, la libertad de prensa que tenemos es la que refleja la situación de crisis social y moral que vivimos: así como la que teniamos reflejaba el poder oligárquico de cuatro familias. Vivimos una transición, o lo que es lo mismo, confiamos que la situación actual no será permanente, y tenemos una libertad de prensa de transición.
Dos grandes amenazas péndulan desde el poder, como una espada de Damocles sobre la libertad de prensa: los intereses del Estado y los intereses de la empresa privada. Ni el parametraje oficial ni la clausura del programa Visión del Canal 4, son modelos para la democracia avanzada hacia la cual parece marchar el país. Nos parece de primera importancia que los candidatos nos digan cómo van a resolver la contradicción entre los propietarios de los medios y la expresión diversa y plural del país.
Decíamos que la actual situación es expresión de la crisis porque en otros países hay excelentes canales estatales de televisión (Italia) y notables diarios de forma cooperativa ("Le Monde" de París) y buenísimos diarios de empresa privada ("El País" de Madrid). En un país como el nuestro, esta pluralidad de formas sólo es posible lograrla con una decidida participación estatal: de ahí que el problema de fondo es político. En la arena electoral se pueden capear los toros, pero en los hechos, el próximo gobierno tendrá que vérselas cara a cara con este problema, que es vital para el avance de la democracia peruana.
No podemos olvidar que un medio de comunicación aumenta el poder de sus propietarios, por lo que una mal entendida libertad de prensa puede resultar siendo un factor de concentración de poder, y de deterioro democrático. Con cinco canales de televisión, diez diarios y centenares de radios, tenemos un pueblo desinformado y desconcertado frente al sistema de votación con que elegirá a sus próximos mandatarios, pero paralelamente, podemos ver el inocultable poder de un sector de los propietarios de medios de información.
Democratización de la propiedad de prensa versus concentración del poder de informar, es el problema que tendrá que resolver el próximo gobierno para responder a la pregunta: ¿por quién doblan las noticias?

Elsa Arana F.
CASI inútil resulta hacer preguntas sobre la necesidad de libertad de prensa o de expresión en el mundo. Quienes hemos gozado -y gozamos- del privilegio de su ancho espacio, y quienes hemos sido víctimas de su ausencia, sabemos que con ella disfrutamos de la plena condición humana. Sin ella, estamos reducidos a balbucear en la clandestinidad, a sufrir destierro, a soportar el oprobio del poder totalitario. Ningún gobierno representativo -lo dijo Chateaubriand- puede existir sin libertad de prensa.
Los abusos que se hacen de esa libertad no son imputables a la ley que la protege (en este caso, la Constitución del Estado). Creo que quienes tenemos la responsabilidad de informar, de opinar, de guiar a la opinión pública estamos obligados a respetar el bien común, que es el derecho de los demás. En suma, el de nuestro prójimo.

Alejandro Miró Quesada
ES difícil exponer, en el limitado espacio de unas declaraciones, el profundo y amplio significado de la libertad de prensa. Creo que, periodísticamente hoy, más que definiciones teóricas, lo que interesa es analizar la importancia que ella tiene dentro del actual proceso electoral.
La libertad de prensa está basada en el derecho innato del hombre a expresarse libremente. Así como el ciudadano debe tener libertad para opinar, los medios de comunicación representantes de la opinión pública, deben gozar del mismo derecho. Por ello, la libertad de prensa figura, desde un principio, como fundamento general de toda constitución y representa una de las garantías esenciales para el libre ejercicio democrático de un país. No hay que olvidar que la libertad de prensa es el árbol frondoso bajo el cual se cobijan todas las otras libertades; talado aquél, éstas quedan indefensas y son arrasadas por el huracán de las dictaduras. Es la razón por la cual existen muchos casos en que los ciudadanos se han levantado en defensa de la libertad de expresión, al comprender que no sólo defendían los derechos de los medios de comunicación, sino su propio derecho a pensar expresarse libremente, y enfrentarse al abuso del gobernante o a la prepotencia del poderoso.
El Perú es un claro ejemplo de ello: las primeras manifestaciones contraria, al régimen de Velasco en Lima, fueron a raíz de la toma de los diarios por la dictadura y, cuando en mayo de 1980 se conocían los resultados de la votación electoral, tanto en el panel del canal de televisión como, posteriormente, en el reportaje del candidato victorioso, Fernando Belaúnde Terry , el primer problema que se trató, en un caso como en el otro, fue el de la restauración de la libertad de prensa y la devolución de los diarios a sus legítimos dueños. El pueblo había avalado así, con su votación mayoritaria, el ofrecimiento de Acción Popular de devolver la libertad de expresión, y los hechos habían demostrado que éste constituía el más importante problema a resolver.
Hoy, ante las insoslayables definiciones que exigen un proceso electoral y las dudosas posiciones de algunos partidos, el ciudadano quiere saber si se va a respetar o no, el derecho que ha ganado a su libertad de expresión. Es, pues, una obligación de todo partido político que se jacta de democrático, expresar clara y contundentemente su público compromiso de respetar la libertad de prensa. Sería paradójico que quienes lleguen al poder por la vía democrática, no respeten, el día de mañana, este derecho, que es condición básica de toda democracia.
El ciudadano de hoy es consciente de todo lo que significa para él la libertad de expresión y, por lo tanto, tiene el derecho a exigir que quienes pretenden gobernar el país les garanticen previamente esa libertad. Libertad de prensa que no sólo implica el derecho a poder crear libremente cualquier órgano de expresión, sino también, el derecho del individuo a escoger el periódico que quiera, o a esparcir, usando de la prensa noticias y opiniones.

Arturo Salazar Larraín
LA libertad de expresión, la libertad de prensa, no se sacan de la manga. Son el resultado social de una continuidad, son el fruto de la perseverancia, del equilibrio de esos dos factores seculares del problema: el periodista y el poder, la pluma y la espada.
Tras el largo eclipse de la dictadura, la primavera de estos años hizo florecer, como diría Mao, mil flores sobre la sociedad peruana. Algunas de ellas de horrendo perfume. Estamos, por ello, en el proceso de ajuste.
Lo peor que podría suceder es interrumpir ese proceso de ajuste natural en que periodistas, poder, empresas y lectores encuentren su propio nivel. Eso vendrá de todas maneras. Por eso hay que tener paciencia, como algunos estamos demostrando.
Por eso tengo el temor de las impaciencias del poder y también, de las tentaciones del poder. Los años que vienen serán no sólo difíciles sino duros. El caballo es chúcaro. A la primera de bastos el jinete sentirá la tentación de las espuelas. Sería el desastre.
Lo que está pasando en estos días no es la mejor antesala. Cualquiera que sea la verdad de las cosas, lo cierto es que han sembrado dudas consistentes. Quienes ejercen y ejercerán el poder y quienes ejercen y ejercerán la profesión (de la que es indesligable la empresa) deben pensar que está de por medio la consolidación o la destrucción o deterioro de un valor social básico: las libertades de expresión y de prensa. La continuidad es fundamental. Las mil flores de Mao deben tener, sin excepción el perfume natural y agradable que espera la sociedad peruana.