El primero es resultado -lo repetimos- de la ceguera política y la desmedida ambición de los líderes de los partidos democráticos, que no supieron o no quisieron advertir las circunstancias que vive la República y decidieron optar por la división y por la segura derrota. Frente al hecho inevitable no cabe otro recurso de defensa que escoger un núcleo vigoroso de parlamentarios que puedan desde una minoría opositora, enfrentarse con eficacia al poder y frenar las tentaciones totalitarias del Apra, el hasta hoy seguro ganador de este proceso electoral.
Hemos llegado así al segundo punto a tratar. Pero no se diga que alzamos la voz contra la tentación totalitaria aprista sólo por algunos recuerdos del pasado. En estos días, mucho antes de celebrar la victoria que, al parecer, les espera, los dirigentes del Apra han vuelto a poner su huella digital en la política peruana: por medio de amenazas -que lo damnificados no se han atrevido a denunciar- impusieron silencio a un canal de TV y quitaron del medio, en el debate de ESAN sobre petróleo, a un moderador que creyeron les podía ser incómodo, Estos son hechos reales, probados que páginas más adelante OIGA analiza con amplitud. Hechos que aterran no tanto por ellos mismos sino por el silencio que los ha acompañado. Ni siquiera los afectados han protestado.
A pesar de ser público y notorios, no hay periódico ni organismo periodístico que se haya dado por enterado de lo ocurrido. Y a nosotros, acostumbrados a no saber callar se nos pone la carne de gallina. Guardadas las distancias, lo que pasa hoy en el Perú, nos hace recordar los días del nacimiento del nazismo en Europa.
Igual que ayer en el viejo continente, en medio de una crisis económica galopante y mientras los sectores democráticos se sienten apabullados por las circunstancias, en el Perú actual se enfrentan dos opciones de cambio que prometen ser radicales y ofrecen no caer en las "debilidades y corruptelas" de la burguesía: son los viejos escuadrones fascistas y comunistas, trasladados a nuestro país con nuevas caras y otras máscaras. Por un lado la IU que trata de aparecer como un Frente de distintas izquierdas, entre ellas la cristiana, pero que no puede ocultar su devoción a Marx y a Lenín, ni su adhesión a la lucha armada y, menos aún, su sumisa obediencia al partido comunista moscovita. Por el otro el Apra, que reclama unidad nacional -sin explicar de qué unidad habla- y que procura aparecer con nuevo plumaje, tratando de que olvidemos el pasado; pero que dejó se le deslizara en el último borrador de su programa para el próximo gobierno un esquema de prensa con evidentes características totalitarias y luego comenzó, en estos días electorales, a mostrar su intolerancia, imponiendo censura con tácticas claramente fascistas.
Sin embargo, son los comunistas los que dan muestra de poder salir victoriosos a mediano plazo, si las fuerzas democráticas peruanas no reaccionan y recobran ánimo para la lucha, así como conciencia y conocimiento de lo que ocurre en el país. Sin duda, la IU perderá las próximas elecciones: pero es la agrupación, política con mayor dinamismo intelectual, con más coherencia interna y la que mejor capta la necesidad de cambio radical que reclama un pueblo angustiado por la crisis económica.
Hace unos días, en un programa de televisión, se presentaban tres líderes políticos de relativa significación. Era un debate abierto, muy amplio, y nos pareció tedioso hasta el aburrimiento. Sin embargo, lo observamos con atención hasta el final: mientras dos de ellos se desgastaban en inútiles e insustanciales fintas dialécticas, el representante de IU machacaba en ofrecer una solución radical a los problemas populares y en establecer dos bandos, los opresores y los oprimidos, sentando siempre la premisa de que la IU es la única esperanza de los oprimidos. Naturalmente que este mensaje iba aderezado con demostraciones de piadoso cristianismo, a la vez que de homenajes a los guerrilleros caídos y de encendidas declaraciones de fe mariateguista.
A ninguno de sus dos adversarios -muy preocupados en deshacerse entre ellos- se le ocurrió preguntarle cómo sería la solución radical que la IU propone y luego cercarlo para demostrar que "solución radical" es una frase que suena bien a los oídos populares, pero que en la práctica comunista -que eso es IU- la "solución radical" no se traduce en más ni mejor comida, ni en más ni mejor vestido y techo. Un desocupado de Alemania Occidental, por ejemplo, gana tres veces más que un obrero polaco en actividad. Esto, para hacer la comparación entre dos países europeos, y cercanos, para que no se diga, como excusa, que el caso peruano es distinto. Y de allí seguir sobre otras cuestiones concretas ante las que están despiertas las preocupaciones populares, que tienen que ver más con la seguridad, la comida y el techo que con la libertad. "Libertad de morirse de hambre" la llaman con éxito los demagogos comunistas: esos demagogos que han destruido Bolivia y que intentan sembrar la misma anarquía en nuestro país.
Naturalmente que el tema se abre y podríamos llenar muchas cuartillas sobre libertad y seguridad, los dos polos de atracción entre los que duda el hombre, para terminar probando que el pan sin libertad, a la corta o a la larga, será amargo; aunque también reconociendo que la libertad no es un bien que puede desligarse de otras necesidades humanas. Por ejemplo: quién sabe haya sido el principal error de este gobierno de los sectores democráticos en general, el no entender, el no aceptar, que la llamada "revolución" de los militares hizo cambiar al pueblo y le abrió nuevas expectativas que los gobernantes debieron y deberán tomar en cuenta y satisfacer en lo posible. Los resortes de esas expectativas son los que la IU está tocando mejor que nadie.
¿Qué hacer frente al hecho?
Nosotros nos limitamos a señalarlo y a dar la voz de alerta.
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