Se comprende, pues, aunque no se justifique, que el presidente Belaunde haya echado "al tacho de basura" un informe en el que se le imputa nada menos que el delito de genocida y que se le reprenda porque, en uso de la legislación democrática nacional, haya entregado al mando militar la zona convulsionada por la guerrilla senderista; que es lo mismo que ha hecho la "civilizada" Inglaterra en Irlanda del Norte (territorio, por lo demás, en el que la corona británica está introducida no por el derecho sino por la fuerza).
Sin embargo, tampoco deja de irritar que el gobierno, su aparato de difusión y propaganda, muestre tanta incapacidad para responder a las falsedades de Amnistía Internacional. Porque eso, clamorosas falsedades manipuladas con intencionalidad, es el folleto que esta entidad, radicada en Londres, está distribuyendo por el mundo entero. Salir al terreno internacional con inteligencia, con verdades en la mano, con refutaciones claras a las calumnias de Amnistía, es tarea impostergable del gobierno, si no quiere que el Perú quede ante el mundo como un país de salvajes y de malvados. No hay que olvidar que quien acusa al gobierno peruano luce prestigio internacional y exhibe nada menos que un Premio Nobel. También hay que admitir que todo lo que se pueda decir, alegar y probar en los medios de difusión nacionales serán, por desgracia, voces en el desierto y en nada corregirán la corriente de descrédito mundial que Amnistía ha generado contra la imagen de la democracia peruana, a la que pertenecemos todos: gobierno, oposición y periodismo independiente. En la tribuna de la prensa mundial por lo tanto, aunque sea con avisos, debe hacerse presente el Perú.
Sin embargo, como consuelo, habrá que desenmascarar entre nosotros las patrañas de Amnistía Internacional. Por lo menos démonos el gusto de probar a nivel nacional que los "prestigiosos" señores de Londres son unos mentirosos mal intencionados.
Porque las acusaciones de Amnistía Internacional no son vaguedades como, con ligereza, han comentado algunos ministros. Quienes nos hemos dado el trabajo de leer con atención sus 72 páginas (tres de "nota de prensa", tres para actualizar la "resurrección" de uno de los "muertos" del informe y sesentaises de "Carta al presidente Belaunde") nos damos con denuncias muy precisas, sustentadas eso sí en gruesas falsedades o medias verdades que, para mayor vergüenza de Amnistía Internacional, fueron ampliamente esclarecidas a su tiempo en la prensa nacional, cuando esas mismas falsedades fueron expuestas aquí por la extrema izquierda peruana.
Los defensores a ultranza de Amnistía Internacional -en las actuales circunstancias los políticos y periodistas de la ultra izquierda- pretenden que aceptemos como dogma de fe, los informes de esa institución "porque ganó el Premio Nobel de la Paz en 1977 y es una entidad respetable". De esta manera, el galardón es usado como un escudo o patente de corso para amparar cualquiera de sus pronunciamientos, independientemente de su verdad o falsedad. Y esta maniobra, que constituye grueso contrabando, no puede dejar de irritamos.
Amnistía Internacional no está santificada "por secula seculorum" por haber sido laureada con ése premio. Es más, ya resulta más que conveniente plantear que sus integrantes empiecen a responder ante alguna autoridad internacional -de carácter jurídico o moral- por las difamaciones y calumnias en que puedan incurrir tal como ha acontecido flagrantemente en el caso peruano.
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Oiga! Don Paco